Una voluntaria en Cáritas
Un escrito de Adelaida Tapia, voluntaria de Cáritas Almería desde hace más de tres décadas.
Desde muy joven me identifiqué con personas que, con su generosidad, hacían más fáciles las relaciones sociales o laborales, creando una armonía que invitaba a acercarse a ellas. Parecían estar rodeadas de un aura que las hacía brillar. Tanto me impresionó esta capacidad, que me convertí en observadora, intentando imitar algunas de las actuaciones que había admirado. Pronto empecé a sentir una paz interior que explicaba por qué aquellos individuos actuaban así; y a partir de entonces, ese sentimiento me ha acompañado.
Tal vez en un intento de perfeccionar aquella disposición que estaba adquiriendo, acudí a especialistas profesionales de la generosidad, Cáritas. Allí comenzó mi peregrinar por los diferentes departamentos de la entidad, durante más de tres décadas. Desde el primer día me sentí como en casa, me gustó la austeridad de las instalaciones, la sencillez de sus miembros y, sobre todo, la atención y humanidad con que se trata a las personas, con independencia de razas, religiones, etnias, etc., no podía ser de otra forma, tratándose de la Iglesia Católica.
Tengo que reconocer que las experiencias de los primeros años, aunque enriquecedoras, fueron duras (quizá por no conocer la pobreza): atender un comedor de personas que solo hacían esa comida al día, los sábados; lavar y clasificar ropa para atender necesidades urgentes (recién nacidos sin canastilla, presos y personas sin recursos); ayuda a personas sin techo, adictas o salidas de prisión. Les ofrecía mi ayuda para integrarse en la sociedad, con todo tipo de apoyo: atención psicológica, casas de acogida, formación, búsqueda de empleo, tratando de consolarlas, facilitando información, acompañando en procesos legales y ofreciéndoles los recursos disponibles en ese momento. Uno de los episodios más satisfactorios de mi paso por asociación en aquella época, fue comprobar que una persona excluida de la sociedad y tutelada por Cáritas, abrió su pequeño restaurante y se incorporó plenamente a la sociedad.
Con el paso del tiempo y los cambios sociales, ha ido en aumento el número de necesidades, así como el de grupos vulnerables, a la par que la visibilidad de los mismos: la creciente inmigración ha dejado al descubierto miles de familias con dificultad, no solo para trabajar, sino para legalizar su situación en nuestro país; el desconocimiento de la lengua es otro problema importante, y la vivienda, que trae de cabeza a esta sociedad, se ha convertido en el principal escollo de los más desfavorecidos.
Cáritas ha ido adaptándose a las nuevas dificultades de los más necesitados, ofreciendo, de forma gratuita, servicios de acogida que van derivando las intervenciones a los distintos técnicos: asistentes sociales, abogados, otras instituciones, grupos de formación impartida por voluntarios, etc.
La financiación de todas las actuaciones llevadas a cabo, es posible gracias a las subvenciones de las distintas administraciones, a las donaciones particulares y a la labor altruista del voluntariado; además del esfuerzo de unos trabajadores que, con su implicación diaria, cubren la escasez de personal. Cada día, Cáritas, a través de sus miembros, agradece mi colaboración y perseverancia; nada comparado con haberme ofrecido la posibilidad de construir una vida con propósito, que me ha hecho crecer como persona.